Zapotillo Sombrero, símbolo de identidad

Zapotillo

Más allá de ser una prenda que nos protege de los rayos solares, el sombrero es parte de la identidad de los habitantes de Zapotillo. Los más usados son los de  estilo vaquero, elaborados en fibras naturales o cuero. El cantón lojano está ubicado en el sur del Ecuador y solo el río Catamayo le separa de Perú. Su territorio campestre recibe la influencia directa del desierto peruano de Sechura, con extensos bosques de guayacanes, ganadería caprina y producción agrícola.

Casi siempre el sol es intenso (sobre los 25 grados), el clima cálido, el invierno corto y las lluvias escasas. Estas particularidades contribuyen para que sus habitantes utilicen a diario el sombrero de ala ancha, alto y coronado, en diferentes colores, formas y texturas. Esa riqueza y diversidad son más visibles en las fiestas populares como la Feria Agropecuaria Zapotillo que fue en junio pasado; la cantonización en agosto; y el florecimiento de los guayacanes, el espectáculo natural más importante que se vive entre diciembre y enero.

En la décima tercera edición de la Feria Agropecuaria fueron cuatro días para admirar cómo hombres, mujeres y niños vestían -con elegancia y orgullo- los mejores modelos. Hubo carreras de caballos criollos y mestizos, cabalgata, ordeño de cabras, comparsas y venta de artesanías y de comida típica.

Todos –incluido las autoridades y las reinas de belleza- desfilaron con este accesorio, en medio del implacable sol. En las mujeres predominaron los sombreros sintéticos y los de paja toquilla, con el ala ondulado, adornados con flores, pintados paisajes de Zapotillo…

En cambio, los de los hombres eran más serios, llanos, ala ancha y levantada, texturas sobresalientes y cintas alrededor de la copa. Ninguno se elabora en Zapotillo. Por lo general los hacen en Azuay, Guayas y Santo Domingo de los Tsáchilas; y por la cercanía también vienen del Perú.

Armando Mainagüez es comerciante de sombreros y a esta feria asiste, desde hace 10 años, porque congrega a ganaderos de Ecuador y Perú.  Él es de Santo Domingo y este año, en los cuatro días, vendió más de 200 sombreros. En una improvisada carreta ubicó más de 50 modelos, de diferentes colores y texturas. Los precios variaban, desde los USD 5 para niños, hasta los USD 50 para adultos en paja toquilla o cuero, con mejores diseños y acabados a mano.

“Es imposible encontrar a un jinete sin esta prenda que los hace ver audaces, valientes, amables, alegres y con carácter de dominio, mientras galopan sobre el caballo; y a las mujeres atractivas, elegantes y roban cualquier mirada, dijo Mainagüez.

Para José Rueda cubrirse la cabeza es una costumbre y necesidad. A diferencia de otras ciudades o espacios, en Zapotillo esta prenda está asociada a la comodidad, protección, elegancia y no es símbolo de diferencia social.

Por eso, lo primero que hace cuando se levanta es ponerse el sombrero, luego va a desayunar y recorre su finca en paletillas. Tiene varios sombreros de diferentes estilos que usa de acuerdo con la ocasión: para trabajar, salir a la ciudad o para fiestas.

Para este agricultor de 70 años no hay otra alternativa que reemplace a este accesorio y se siente extraño cuando no lo lleva puesto, “es como no llevar el machete cuando voy a la finca. Lo usamos toda la vida, solo me lo quito para bañarme o dormir”, dijo.

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