Cuenca La majestuosidad de una Catedral

Cuenca

Silencio y majestuosidad, eso transmite la Catedral de la Inmaculada, ubicada en el corazón de Cuenca, frente al parque Calderón (plaza central).

En su fachada está una escultura en bronce de Santa Ana, matrona de Cuenca, con la imagen niña de la Virgen María. Desde ese espacio cuidan juntas la ciudad que las eligió. Fue colocada en 1967, fecha que se entregó la actual obra. Más abajo un rosetón sobre esculturas de bronce de Jesús junto a dos ángeles. Y en el pórtico principal los dinteles que presentan en la parte superior los bustos de los 12 apóstoles esculpidos a detalle.

En su interior hay calma pero no vacío. Como es costumbre, desde hace años los fieles católicos visitan el templo para expresar sus plegarias y peticiones. Piden por los estudios, su salud, su partida, la familia, la vida. En secreto 14 imágenes parecen escuchar. Los de mayor devoción son el Santísimo Sacramento, el Señor de la Buena Esperanza, la Dolorosa del Colegio y el Santo Hermano Miguel.

Junto a los fieles, los turistas ven asombrados la imponente infraestructura, una verdadera obra arquitectónica. Los fuertes cimientos, soberbios pilares, vitrales decorados tienen una historia de más de un siglo de antigüedad.

Es que se creía indispensable contar con una Catedral más suntuosa y representativa que la antigua. Cuenca era considerada profundamente religiosa y su fe se expresaba en la grandiosidad de sus templos como lo dictaba la tradición del Vaticano, explicó Claudio Malo, historiador cuencano.

La construcción, que duró cerca de 100 años, inició en 1885. Fue, Juan Stiehle, un hermano redentorista de procedencia alemana, quien se encargó de la obra por petición del obispo de Cuenca, Monseñor Miguel León. A su cargo estuvo la elaboración de los planos, la planificación y el inicio de la construcción. Sin embargo, de su obra apenas pudo ver finalizada la cripta (el área subterránea), pues falleció el 20 de enero de 1899. Sus restos están en la Catedral de la Inmaculada, como justo reconocimiento de su labor.

La colaboración y buena voluntad de los azuayos fue importante para la ejecución de la obra. Gente de Girón, Paute, Gualaceo llegaba a Cuenca a participar en las mingas. Pese a que en ese entonces no existían carreteras, contó Guillermo Andrade, Vicario de la Arquidiócesis. Mediante las mingas trasladaron las piedras de los ríos de Cuenca al centro de la urbe para la cimentación y la cripta. Pero la buena voluntad no bastó para acelerar el proceso.

Según Malo, la demora en la edificación estuvo directamente relacionada con la escasez de dinero. Se trataba de una obra de enorme magnitud para las condiciones de la ciudad: 105 metros de longitud por 43,5 de ancho, para recibir a 8.000 fieles. Para avanzar, la Curia vendió algunas propiedades y el Gobierno aportó con los impuestos a la sal recolectados en la provincia,  que en ese entonces era monopolio del Estado.

La Catedral es mestiza como sus pobladores. Sus revestimientos son de mármol rosado provenientes de las canteras de Sinincay, mientras que el verde es de Carranza, en Italia. En sus paredes predominan los coloridos vitrales, algunos hechos en Bélgica y otros elaborados por el artista vasco Guillermo Lazarrábal, quien residió en Cuenca. Los sellos característicos de la Catedral son sus cúpulas, que se confunden con el cielo y sobresalen entre el firmamento. Para ellas se emplearon cerámica traída de Checoslovaquia. Los colores blanco y azul se eligieron en honor a la Virgen de la Inmaculada y representan su delicado manto.

Finaliza su construcción

La colocación de la imagen de Santa Ana, en la parte superior del templo, en 1967, marcó la finalización de la construcción. Las cúpulas piramidales en su parte frontal quedaron inconclusas, ya que las torres no podían soportar más peso, según cálculos arquitectónicos. La obra faltante permitía que la Catedral sobrepase los 50 metros de altura medidos desde el suelo, equivalentes a un edificio de 21 pisos. A partir de esa fecha, en este templo se realizaban celebraciones ocasionales por eventos muy especiales. Y el padre César Cordero Moscoso, celebraba misa los días domingos.

En 1982, con la llegada de Monseñor Luis Alberto Luna Tobar como arzobispo de Cuenca se realizó la transferencia definitiva de la Catedral Vieja (ubicada frente a la Catedral) a la de la Inmaculada. Entonces se cerró la Catedral Vieja con la intención de restaurarla y aperturarla como museo religioso, como sucedió posteriormente.

En la Catedral Vieja está la maqueta de la Catedral de la Inmaculada, que nos hace imaginar el monumento concluido. Pero también se ha pensado en una iluminación con láser para emular como sería la Catedral con las torres faltantes. Lo cual sería demás atractivo para el turismo. Sin embargo, el actual acabado es el que está presente en la memoria de los ciudadanos y es sin duda el símbolo de Cuenca y de Ecuador.

La Catedral de la Inmaculada es una de las más grandes a nivel nacional, pero además está hecha íntegramente de ladrillos, salvo las cúpulas y la presencia de varios estilos que llaman la atención. Talvez por eso es considerada el ícono más representativo y orgullo de los cuencanos. Una verdadera cédula de identidad cuencana.

PARA SABER

  • La Catedral está ubicada entre las angostas calles Benigno Malo y Mariscal Sucre. Rodeada de casas coloniales y republicanas, varias iglesias, restaurantes y de una actividad comercial ordenada.
  • Santos venerados en la Catedral: San José, el Sagrado Corazón de Jesús, Santa Marianita de Jesús, el Señor de la Buena Esperanza, la Virgen Inmaculada, el Cristo Crucificado, la Santísima Trinidad, Santa Teresa de Jesús, el Santo Cristo, la Dolorosa del Colegio, Santa Ana, Corazón de María, Hermano Miguel y el Papa Juan Pablo II.
  • Las principales fiestas que se celebran en la Catedral son la del Corpus Christi (Septenario). La mayor concurrencia de gente se da en Semana Santa.

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