Al término del Malecón en el balneario de Salinas, Ecuador, más allá de lo que podría considerarse el lugar obligatorio para los turistas, como a propósito, en un aparte de la avenida principal, está Chipipe, siempre visitada, siempre vivaz.
Para llegar hasta su mar de transparentes aguas, se debe atravesar la arena, intensamente cálida, pero seductora, como un pequeño desierto retándonos a cruzarlo obteniendo como premio el disfrute de una playa que permite recorrerla y jugar entre sus tímidas olas.
Puede quedarse en la orilla o adentrarse con guía para participar de una sesión de adrenalina en la popular “Banana” o el jetski (moto acuática). Luego puede degustar de uno que otro bocadito típico de la zona y después jugar a hacer castillos o enterrarse con la fina tierra.
Chipipe también tiene espacio para los pescadores, quienes lejanos a la algarabía de los visitantes y tras su jornada de trabajo, se concentran en revisar sus redes cercanas a sus lanchas. Usted puede ser testigo de estas rutinas y otras con las aves que deambulan buscando comida. En resumen, en esta playa puede hacer diversidad de actividades y con ellas vivir múltiples sensaciones sin dar cabida al aburrimiento.
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