En la ciudad de Cuenca, dentro de una zona urbanizada, se abre paso el Jardín Botánico. Es un territorio de serenidad y belleza, refugio de verdor que se extiende como un lienzo vivo, pintado con los colores más exquisitos y vibrantes de la naturaleza. Aquí el tiempo parece desacelerar y los sentidos despiertan a un mundo de esplendor botánico.
El Jardín Botánico de Cuenca ocupa 21,5 hectáreas en una zona privilegiada, entre Los Tres Puentes y el puente de Gapal, donde confluyen los ríos Tarqui y Yanuncay. Todo está perfectamente protegido, decorado y embellecido con árboles y plantas, algunas exóticas. Al caminar hacia la puerta principal, nos recibe el suave susurro de las hojas que se mueven con el viento, y el canto alegre de los pájaros.
Para ingresar se camina por un puente de madera, sobre un humedal con flora acuática y floridas verbenas, plantas que aportan un toque divino al jardín. Sus flores -de azul intenso y agrupado en racimos- contrastan con el hermoso follaje verde. La forma tubular de los pétalos se abre como estrella y atraen a cientos de abejas y otros polinizadores. Ellos buscan el néctar en su interior y ayudan a la reproducción de las plantas.
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Los caminos serpenteantes, cercados por exuberantes jardines, invitan a perderse en sus pliegues para descubrir cada rincón. En el primer segmento de este recorrido sensorial están las orquídeas y huicundos, con sus formas exóticas, colores y belleza casi etérea. Los pétalos presentan texturas sutiles y colores que van desde blancos inmaculados hasta morados profundos, fucsia y amarillas con manchas. Aromas dulces o afrutados. En este piso climático más húmedo sobresale la melodiosa sinfonía de las ranas croando y otros anfibios.
Seguido nos invade el aroma embriagador de las plantas medicinales (manzanilla, poleo, cedrón, menta, romero, lavanda, tomillo…) en plena floración. Estas fragancias se mezclan con ese particular olor de suelo húmedo, creando una armonía olfativa que embriaga el espíritu.
Las bulliciosas chicharras de esta época veraniega llenan el ambiente con un zumbido fuerte, mientras los vibrantes colibríes, llevan consigo en su vuelo una música suave, casi imperceptible. Sus pequeños cuerpos se deslizan de flor en flor y el aleteo rápido de sus alas produce un repiqueo que contrasta con el ruido más firme de las chicharras.
Más adelante están los tubérculos andinos y las hortalizas (ocas, papas, mellocos, lechugas, zanahorias, mashua, acelgas…), área donde abundan las palomas tierreras y los mirlos. Con sus plumajes grisáceos y sus vuelos pausados parecen tener plena confianza de los visitantes, que muy cerquita, recorren los senderos de este Jardín Botánico.
La caminata sigue por los puentes de madera y metal, que se erigen como joyas arquitectónicas. Combinan funcionalidad y estética, y serpentean con gracia sobre pequeños arroyos. Cada puente está diseñado para integrarse con el paisaje circúndate y permite a los visitantes disfrutar de vistas panorámicas y capturar la esencia de jardín. La vegetación y las delicadas flores cruzan de un lado.
Recorrer el Jardín Botánico de Cuenca y vivir esta experiencia visual y sensorial inolvidable toma unas tres horas. Son cinco hectáreas donde coexisten más de 8.000 especies de plantas, de ocho ecosistemas de las provincias de Azuay, Cañar, Chimborazo, Guayas, El Oro y Morona Santiago. Algunas plantas exóticas como los alisos, sauces, magnolias… han sido sometidas a largos procesos de adaptación.
¡Qué afortunados somos de visitar este lugar!. Las mariposas revolotean alrededor de las rosas, geranios, girasoles, violetas, lirios, caléndulas… Cada paso revela una nueva fragancia que acaricia el alma. Los cactus, con sus formas esculturales y colores que varían del verde esmeralda al rojo vibrante, parecen contar historias de resistencia y adaptabilidad.
Caminando más adentro, los árboles se alzan majestuosos. Los rayos del sol atraviesan el dosel en formas dorados. Las hojas parecen susurrar historias de épocas pasadas, y cada paso en el sendero de tierra es un susurro de gratitud a la naturaleza que nos rodea. Es otro espacio de contemplación que invita a sentarse en uno de los bancos de madera y dejarse envolver por la paz.
El murmullo suave del Yanuncay añade una melodía natural. Hay aves por todos lados; algunas migratorias como los patos silvestres y otras residentes como las tangaras azulejas, chugos, jilgueros, gorriones y patos. En este Jardín Botánico de Cuenca cada criatura, desde las diminutas hormigas hasta los bulliciosos gansos, aportan a este coro natural.
En estos días de verano el sol acentúa sus texturas y la brisa ligera mueve las sombras, creando luces y sombras en el suelo. Las risas y los susurros de las conversaciones de los visitantes se mezclan con el murmullo de la naturaleza, aportando alegría y aprendizaje. Al caer la tarde, el parque se convierte en un espectáculo de luces doradas.
El sol se pone tiñendo el cielo de tonos rosados y anaranjados. Las primeras estrellas empiezan a asomarse. Las sombras se alargan y el ambiente. Los visitantes, con corazones llenos de la serenidad, que solo un lugar como este puede ofrecer, se despiden del parque, sabiendo que han sido testigos de una obra de arte viviente, una celebración de la belleza natural en su forma más pura.
PARA SABER
PARA VIVIR esta caminata sensorial, que deja sorprender por los secretos de la naturaleza, el visitante debe registrarse. El ingreso es gratuito. La atención es de lunes a domingo de 08:00 a 19:00. El Municipio de Cuenca, a través de la Empresa de Aseo de Cuenca (EMAC), es la entidad encargada de su administración y cuidado
EN ESTE JARDIN BOTANICO trabaja un amplio equipo de expertos en el manejo de la flora y fauna existente. Hay laboratorios de investigación que están a cargo de todos los estudios y procesos de conservación y reproducción de las especies
ESTE ESPACIO se creó para la conservación, investigación y educación ambiental. Es un lugar limpio y libre de basura, y los visitantes deben colaborar para mantenerlo así.
RECOMENDACIONES: Camine únicamente por los senderos, no extraiga y ataque a las especies. Tampoco arroje colillas de cigarrillos ni prenda fuego. Si ingresa con mascota debe portar correa y funda para recoger sus excrementos.