Viva con nosotros esta nueva aventura por el Complejo Arqueológico de Ingapirca, ubicado en las afueras de Cañar, la más importante y mejor conservada obra inca-cañari del Ecuador. Es un viaje por el antiguo Qhapaq Ñan o sistema vial andino, donde las imponentes ruinas se entrelazan con el paisaje andino para ofrecer una experiencia fascinante por la historia, la arquitectura y la espiritualidad.
Desde Cuenca, dirigirse a Ingapirca es como emprender un viaje por un lienzo que mezcla paisajes rurales con el eco de antiguas civilizaciones. La vía sinuosa serpentea por el verde exuberante de Los Andes. A medida que avanzamos el paisaje cambia sutilmente a colinas onduladas y campos cultivados por generaciones.
En el sector de Buerán, kilómetro 50, una carretera asfaltada de segundo orden nos lleva hacia San Pedro y la parroquia Ingapirca. Muy cerquita se levanta reverente el Complejo Arqueológico. En el sitio, una sala que funciona como centro de interpretación y museo, recibe al visitante con información sobre la rica historia de Ingapirca. Nos cuentan que esta palabra kichwa se deriva de Inca y Pirca. Juntas significan Muro Inca.
Para llegar a este sitio habíamos recorrido 71 kilómetros desde Cuenca y ascendido hasta los 3.180 metros sobre el nivel del mar. El paisaje es de grandeza y el viento parece susurrar secretos de civilizaciones pasados. Para conocer más de esta riqueza precolombina, puede contratar los servicios de un guía nativo por USD 20.
De lo contrario avance por el sendero señalizado explorando, a su propio ritmo, las ruinas que han sido restauradas. Lo que más impresiona a los ojos de los visitantes, pese a que está a cierta distancia del inicio del recorrido, es el esplendor arquitectónico del Templo del Sol, principal atractivo de Ingapirca.
El Castillo domina el entorno con una grandeza inigualable. La anticipación crece con cada paso que damos hacia él. Pero no hay que adelantarse sin conocer qué funcionaba dentro de cada muro, con los siglos convertido en ruinas; jerárquicamente quienes vivían allí, qué cultivaban y cómo eran los ciclos de siembras en las terrazas agrícolas que una vez sustentaron la alimentación de la población.
Los guías nativos hacen eco de las investigaciones. A los visitantes les cuentan que los incas, que tenían como objetivo expandir su imperio, llegaron para conquistar a los guerreros cañaris. Tras la invasión inca, los indígenas decidieron unirse al ejército y las dos culturas trabajaron juntas, pero los incas en el poder.
Por eso hay huellas incas-cañaris en el complejo que parecen entrelazadas en un abrazo eterno. Por ejemplo, se dice que los cañaris usaron una forma de mortero para pegar las rocas, al estilo actual de los ladrillos. En cambio, los incas cortaban las piedras en bloques grandes y en medidas exactas para unirlas a la perfección.
Esta influencia se observa a lo largo del recorrido del complejo donde están las ruinas de lo que fue Pilaloma, las tumbas colectivas, los baños ceremoniales, las terrazas, la gran cancha, las bodegas, la Condamine, los aposentos, la cara del inca y hasta en el mismo templo elíptico. Todo esto es riqueza para los aficionados al turismo arqueológico y rural.
Así llegamos a la pieza central: el Templo del Sol, estructura elíptica construida con una precisión tan sublime que desafía las inclemencias del tiempo. Fue levantado con soberbias piedras talladas que se dice seguían el movimiento del sol y la luna. Todo parece contar su propia historia, revelar un arte y una técnica que perdura más allá de los siglos.
Esta obra de ingeniería ancestral se muestra fuerte por sus paredes enormes. El adoratorio-observatorio astronómico fue levantado en la cima de una gran roca para que los incas puedan identificar las épocas del año, las horas del día y las estaciones. Otros estudiosos dicen que también se utilizó como fortaleza y para sacrificios a los dioses: mujeres vírgenes y animales como llamas y alpacas.
Cuando el sol se desplaza por el cielo, proyecta sombras que danzan en la superficie de las paredes de este templo. La atmósfera es reverente, como si el lugar estuviera inmerso en una especie de meditación cósmica, recordándonos la conexión entre los antiguos habitantes y las deidades celestiales que adoraban.
A medida que descendemos dentro de este adoratorio, el aire se carga de una frescura que revitaliza el espíritu y el sol, radiante y generoso, acaricia las piedras milenarias. En cada paso sorprenden las vistas panorámicas que ofrecen una perspectiva de la magnificencia ancestral. Las llamas pastando, las piedras cóncavas y las verdes colinas son fotogénicas.
Así termina este recorrido por los caminos de piedra de que unió a diversas cultural a través del Tahuantinsuyo y que se convirtió en símbolo del poder de la civilización inca. Las viviendas que ahora se encuentran en ruinas, aún conservan el eco de las vidas que allí se llevaron a cabo.
PARA SABER
LA ATENCIÓN: El Complejo Arqueológico de Ingapirca abre sus puertas al público de lunes a domingo. En ingreso cuesta USD 6 para extranjeros.
CÓMO LLEGAR: Hay varias vías que llevan al Complejo Arqueológico de Ingapirca. Desde Cuenca puede hacerlo por Buerán-Ingapirca. Cañar-La Tranca-Coyoctor-Ingapirca.
UN MUSEO: En este complejo hay un museo que reúne la historia y vestigios de la cultura inca-cañari, que ayudan a entender toda riqueza de las dos civilizaciones. Hay una momia y varios artefactos
CÓMO LLEGAR: Desde cuenca hay buses interprovinciales que llevan hasta Cañar e Interparroquiales hasta Ingapirca. Los turnos de salida son frecuentes.