Oña Cubilán, la cascada escondida

Oña

 

Sentarse donde nace la caída de agua de 40 metros llena el alma. En este sitio de la cascada Cubilán se puede sentir el vértigo impetuoso, la paz de un templo natural, el viento frío de los Andes y el aire puro al respirar. Desde estas alturas también se observa el camino del río San Antonio, que se pierde entre la naturaleza para luego -a través de canales- regar los cultivos que abastecen a los mercados y alimentan a los habitantes de Oña.

Llegar a este lugar y vivir esta experiencia es muy fácil. Desde el centro cantonal se continúa por la vía hacia Morasloma. A dos kilómetros hay una intersección de cuatro vías y se toma la que lleva hacia Zhidil-Tres Lagunas, que está a la derecha. Desde el inicio de la ruta se disfruta del entorno de casas campestres de adobe, caminos sinuosos, las montañas con sus cumbres de matices multicolores, el ganado pastando, las aves volando y algún campesino que avanza sin prisa.  

Mientras se sigue en ascenso, el paisaje cambia de color por la presencia de los pajonales, chaparros y la diversidad de arbustos. En la cumbre, la sensación es de libertad. No hay nada que impida ver el infinito. El aire y la paz son nuestros. Tras 15 kilómetros de recorrido, llegamos a otra intersección y seguimos por la vía hacia Saraguro. 500 metros más adelante está la primera cascada. Allí se queda el vehículo y continuamos a pie con la melodía de los sonidos de la naturaleza.

Según los pobladores, este camino tiene más de 100 años de historia y era usado por los saraguros, en su paso hacia el cantón Yacuambi, en la Amazonía. Rocas desgastadas y el sendero empedrado testimonian la historia de los trashumantes. Así –en medio del asombro por la belleza del entorno- llegamos al río San Antonio, donde se mantiene un antiguo puente de piedra y cemento, y al pie está la toma de agua del viejo canal de Quingo Yaku.

En la caminata se disfruta del trinar de las aves, del aroma perfumado de las plantas y del murmullo del río. A 500 metros hay otro sendero que lleva a un balcón natural, desde donde se mira la imponente caída de la cascada Cubilán en todo su esplendor. Es un lugar privilegiado para contemplar por horas el salto del agua de 40 metros de altura, rodeado de rocas y tupida vegetación.

A TOMAR EN CUENTA

  • Al regresar de la cascada, a unos 100 metros de distancia, puede ingresar a donde empieza el salto del agua.
  • Tome todas las precauciones para no resbalar, recuerde que toda cascada tiene un precipicio.
  • Luego de esta experiencia, el único pensamiento que se viene a la mente, es cuándo podré regresar con mi familia, para que ellos también lo disfruten y superen el encierro de la pandemia.
  • Lleve ropa cómoda y bloqueador solar.

 

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